Desarollo sostenible

Origen del concepto de Sostenibilidad
El origen del concepto se sitúa a principios de la década de los años 80, a partir de perspectivas
científicas sobre la relación entre el medioambiente y la sociedad y la publicación de varios documentos
relevantes, principalmente la Estrategia Mundial para la Conservación(World Conservation Strategy,
UICN, 1980, Primera estrategia global de Desarrollo Sostenible) y el conocido como Informe Brundtland
(Our Common Future, CMMAD, 1988). Surge por vía negativa, como resultado de los análisis de la
situación del mundo, que puede describirse como una “emergencia planetaria” (Bybee, 1991) y de
larga duración (Orr, 2013), como una situación insostenible, fruto de las actividades humanas, que
amenaza gravemente el futuro (y ya el presente) de la humanidad. Se habla incluso de una etapa
geológica nueva, el antropoceno, término propuesto por el premio Nobel Paul Crutzen para destacar
la responsabilidad de la especie humana en los profundos cambios que está sufriendo el planeta
(Sachs, 2008), vinculados a lo que Folke (2013) califica como “la Gran Aceleración de la actividad
humana”, especialmente a partir de la década de 1950, que amenaza con sobrepasar los límites
del planeta.
Un futuro amenazado es, precisamente, el título del primer capítulo de Nuestro futuro común, el
informe de la Comisión Mundial del Medio Ambiente y del Desarrollo, conocido como Informe
Brundtland (CMMAD, 1988), a la que debemos uno de los primeros intentos de introducir el
concepto de Sostenibilidad o Sustentabilidad: "El Desarrollo Sostenible es el desarrollo que
satisface las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las
generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades".
Se trata, en opinión de Bybee (1991), de "la idea central unificadora más necesaria en este momento
de la historia de la humanidad", aunque se abre paso con dificultad y ha generado incomprensiones
y críticas que es preciso analizar.
Saliendo al paso de las críticas al concepto de Desarrollo Sostenible
Una de las críticas que ha recibido la definición de la CMMAD es que el concepto de Desarrollo
Sostenible apenas sería la expresión de una idea de sentido común (sostenible vendría de sostener,
cuyo primer significado, de su raíz latina “sustinere”, es "sustentar, mantener firme una cosa") de la
que aparecen indicios en numerosas civilizaciones que han intuido la necesidad de preservar los
recursos para las generaciones futuras.
Es preciso, sin embargo, rechazar contundentemente esta crítica y dejar bien claro que se trata de
un concepto absolutamente nuevo, que supone haber comprendido que el mundo no es tan ancho
e ilimitado como habíamos creído. Hay un breve texto de Victoria Chitepo, Ministra de Recursos
Naturales y Turismo de Zimbabwe, en Nuestro futuro común (el informe de la CMMAD) que expresa
esto muy claramente: "Se creía que el cielo es tan inmenso y claro que nada podría cambiar su color,
nuestros ríos tan grandes y sus aguas tan caudalosas que ninguna actividad humana podría cambiar
su calidad, y que había tal abundancia de árboles y de bosques naturales que nunca terminaríamos
con ellos. Después de todo vuelven a crecer. Hoy en día sabemos más. El ritmo alarmante a que se
está despojando la superficie de la Tierra indica que muy pronto ya no tendremos árboles que talar
para el desarrollo humano". Y ese conocimiento es nuevo: la idea de insostenibilidad del actual
desarrollo es reciente y ha constituido una sorpresa para la mayoría. Y es nueva en otro sentido aún
más profundo: se ha comprendido que la Sostenibilidad exige planteamientos holísticos, globales;
exige tomar en consideración la totalidad de problemas interconectados a los que la humanidad ha
de hacer frente y que solo es posible a escala planetaria, porque los problemas son planetarios: no
tiene sentido aspirar a una ciudad o un país sostenibles (aunque sí lo tiene trabajar para que un país,
una ciudad, una acción individual, contribuyan a la Sostenibilidad). Esto es algo que no debe
escamotearse con referencias a algún texto sagrado más o menos críptico o a comportamientos de
pueblos muy aislados para quienes el mundo consistía en el escaso espacio que habitaban.
Una idea reciente que avanza con dificultad, porque los signos de degradación han sido hasta
recientemente poco visibles y porque en ciertas partes del mundo los seres humanos hemos visto
mejorados notablemente nuestro nivel y calidad de vida en muy pocas décadas.
La supeditación de la naturaleza a las necesidades y deseos de los seres humanos ha sido vista
siempre como signo distintivo de sociedades avanzadas, explica Mayor Zaragoza (2000) en Un
mundo nuevo. Ni siquiera se planteaba como supeditación: la naturaleza era prácticamente ilimitada
y se podía centrar la atención en nuestras necesidades sin preocuparse por las consecuencias
ambientales y para nuestro propio futuro. El problema ni siquiera se planteaba. Después han venido
las señales de alarma de los científicos, los estudios internacionales… pero todo eso no ha calado
en la población, ni siquiera en los responsables políticos, en los educadores, en quienes planifican
y dirigen el desarrollo industrial o la producción agrícola…
Mayor Zaragoza (2000) señalaba a este respecto que "la preocupación, surgida recientemente, por
la preservación de nuestro planeta es indicio de una auténtica revolución de las mentalidades:
aparecida en apenas una o dos generaciones, esta metamorfosis cultural, científica y social rompe
con una larga tradición de indiferencia, por no decir de hostilidad".
Ahora bien, no se trata de ver al desarrollo y al medio ambiente como contradictorios (el primero
"agrediendo" al segundo, y este "limitando" al primero) sino de reconocer que están estrechamente
vinculados, que la economía y el medio ambiente no pueden tratarse por separado. Después de
la revolución copernicana que vino a unificar Cielo y Tierra, después de la Teoría de la Evolución,
que estableció el puente entre la especie humana y el resto de los seres vivos… ahora estaríamos
asistiendo a la integración ambiente-desarrollo (Vilches y Gil, 2003). Podríamos decir que,
sustituyendo a un modelo económico apoyado en el crecimiento a ultranza, el paradigma de
economía sostenible, ecológica o verde (baja en carbono) que se vislumbra, plantea la Sostenibilidad
de un desarrollo sin crecimiento, ajustando la economía a las exigencias de la ecología y del
bienestar social global (Costanza et al., 2013), lo que a su vez demanda realzar la cooperación
(en su sentido más amplio, que incluye al conjunto de la biosfera y a las generaciones futuras)
frente a la competitividad destructiva en defensa de intereses particulares a corto plazo. (Ver
Economía y Sostenibilidad).
Algunos, sin embargo, rechazan esa asociación y señalan que el binomio “desarrollo sostenible”
constituye un oxímoron, es decir, la unión de dos conceptos contrapuestos, una contradicción en
suma, una manipulación de los “desarrollistas”, de los partidarios del crecimiento económico, que
pretenden hacer creer en su compatibilidad con la Sostenibilidad ecológica (Naredo, 1998; García,
2004; Girault y Sauvé, 2008).
La idea de un Desarrollo Sostenible, sin embargo, no tiene nada que ver con ese desarrollismo y
significa, como señala Maria Novo (2006), “situarse en otra óptica; contemplar las relaciones de la
humanidad con la naturaleza desde enfoques distintos”. Se trata de un concepto que parte de la
suposición de que puede haber desarrollo, mejora cualitativa o despliegue de potencialidades, sin
crecimiento, es decir, sin incremento cuantitativo de la escala física, sin incorporación de mayor
cantidad de energía ni de materiales. Con otras palabras: es el crecimiento lo que no puede
continuar indefinidamente en un mundo finito, pero sí es posible el desarrollo. Posible y necesario,
porque las actuales formas de vida no pueden continuar, deben experimentar cambios cualitativos
profundos, tanto para aquellos (la mayoría) que viven en la precariedad como para el 20% que vive
más o menos confortablemente. Y esos cambios cualitativos suponen un desarrollo (no un
crecimiento) que será preciso diseñar y orientar adecuadamente.
Precisamente, otra de las críticas que suele hacerse a la definición de la CMMAD es que, si bien
se preocupa por las generaciones futuras, no dice nada acerca de las tremendas diferencias que
se dan en la actualidad entre quienes viven en un mundo de opulencia y quienes lo hacen en la
mayor de las miserias. Es cierto que la expresión “… satisface las necesidades de la generación
presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias
necesidades" puede parecer ambigua al respecto. Pero en la misma página en que se da dicha
definición podemos leer: “Aun el restringido concepto de sostenibilidad física implica la preocupación
por la igualdad social entre las generaciones, preocupación que debe lógicamente extenderse a la
igualdad dentro de cada generación”. E inmediatamente se agrega: “El Desarrollo Sostenible
requiere la satisfacción de las necesidades básicas de todos y extiende a todos la oportunidad
de satisfacer sus aspiraciones a una vida mejor”. No hay, pues, olvido de la solidaridad
intrageneracional (Ver Reducción de la pobreza y Derechos Humanos y Sostenibilidad).
Nada justifica, pues, que se califique el concepto de Desarrollo Sostenible como una nueva
mistificación del Norte para continuar alegremente sus prácticas de crecimiento insostenible
e insolidario, aunque en la mente de algunos responsables económicos y políticos anide esta
significación y estemos asistiendo últimamente a un uso incorrecto y abusivo del adjetivo
sostenible, en defensa de intereses particulares que se contraponen a lo que significa la transición
a la Sostenibilidad. Como indica Robert Engelmam (2013): “Vivimos actualmente en una era de la
sosteniblablá”. Ello no debe conducir al rechazo de conceptos necesarios como Sostenibilidad
Desarrollo Sostenible, sino a denunciar su uso distorsionado y engañoso que llega a confundir
Desarrollo Sostenible con “crecimiento sostenido”, de significado radicalmente opuesto.
Algunos cuestionan la idea misma de Sostenibilidad apoyándose en el segundo principio de la
termodinámica, que marcaría el inevitable crecimiento de la entropía hacia la muerte térmica del
universo. Nada es sostenible ad in eternum, por supuesto… y el Sol se apagará algún día…
Pero cuando se advierte contra los actuales procesos de degradación a los que estamos
contribuyendo, no hablamos de miles de millones de años sino, desgraciadamente, de unas
pocas décadas. Preconizar un Desarrollo Sostenible es pensar en nuestra generación y en las
futuras, en una perspectiva temporal humana de cientos o, a lo sumo, miles de años. Ir más
allá sería pura ciencia ficción. Como dice Ramón Folch (1998), “El Desarrollo Sostenible no es
ninguna teoría, y mucho menos una verdad revelada (…), sino la expresión de un deseo razonable,
de una necesidad imperiosa: la de avanzar progresando, no la de moverse derrapando”.
Hablamos de Sostenibilidad “dentro de un orden”, o sea en un período de tiempo lo suficientemente
largo como para que sostenerse equivalga a durar aceptablemente y lo bastante acotado como para
no perderse en disquisiciones.
Cabe señalar que todas esas críticas al concepto de Desarrollo Sostenible no representan un serio
peligro; más bien, utilizan argumentos que refuerzan la orientación propuesta por la CMMAD y el
“Plan de Acción” de Naciones Unidas (Agenda 21) y salen al paso de sus desvirtuaciones. El
auténtico peligro reside en la acción de quienes siguen actuando como si el medio pudiera soportarlo
todo… que son, hoy por hoy, la inmensa mayoría de los ciudadanos y responsables políticos. No se
explican de otra forma las reticencias para, por ejemplo, aplicar acuerdos tan modestos como el de
Kioto para evitar el incremento del efecto invernadero. Ello hace necesario que nos impliquemos
decididamente en esta batalla para contribuir a la emergencia de una nueva mentalidad, una nueva
forma de enfocar nuestra relación con el resto de la naturaleza.

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